Ahora que se han cumplido 50 años de la muerte de Boris Vian, vale recordar dos de sus novelas más asombrosas, al menos en la opinión del susiducho paseante. La espuma de los días, tan surrealista, y Jaleosas andadas, tan, tan... jaleosa. En ellas -y por supuesto en otras como El otoño en Pekín y en menor grado en El arrancacorazones- se da un fenómeno que a mí me gusta llamar el patetismo absurdo, el cual resulta de la combinación del sufrimiento con una suerte de poética del amor a la vida, de donde no puede eludirse una violencia que, o nos da risa, o nos provoca algo como una empatía si no es que una enfermiza ternura hacia los personajes y nuestro prójimo. Y por supuesto que su muerte no podía ser menos borisvianesca, el famoso infarto en la proyección de Escupiré sobre vuestras tumbas tras decir: “¿Se supone que estos tipos son americanos? ¡Cómo no!”
-----Y hablando de americanos, están también esas novelitas negras, crueles, hilarantes, un tanto menos patéticas pero absurdas, eso sí; la ya citada Escupiré... y Que se mueran los feos. Estas novelas ahora aparecen en Tusquets firmadas -digámoslo así- por Vian, y no hay ningún indicio de que originalmente se publicaron bajo el seudónimo de Vernon Sullivan, el escritor negro traducido por Vian. No nos vendría mal a los lectores del autor de El lobo-hombre ver una edición nueva firmada por Sullivan, que además sí parece un tipo americano.
En la imagen: la tumba de Boris Vian, sin fechas, ni nombres ni adornos, tal como él lo quiso.
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