Rodrigo Pardo, La máquina
La máquina (Premio García Lorca 2006/Teatro de la Universidad de Granada), de Rodrigo Pardo me ha devuelto a esa realidad mecanizada del lenguaje, o de la conciencia, o de la conciencia del lenguaje. En todo caso esa relación entre el hombre y la máquina (oscuro cliché de nuestra era), que en el libro es entre la mujer y la máquina (también mujer), conforma un conflicto trágicamente médico (sin el melodrama de las series de televisión): El trabajo de la máquina es mantener con vida a Lucía, y, por supuesto, el conflicto entre ambas ronda los cuestionamientos sobre la despersonalización (¿deshumanización?) de la vida. Una mujer mecanizada que conversa con una máquina humanizada/feminizada.
Y de pronto ya estoy pensando en nuestra comunicación en línea: hablamos con una pantalla que a fin de cuentas no es otra cosa que el reflejo de nuestras ausencias, la proyección de una soledad etiquetada por el vacío: no un vacío literario, sino virtual. Como esto:
MÁQUINA: Deberías decirlo, soy una máquina. Un conjunto de circuitos y conexiones, programada para acompañar, para proteger, y por ahora preocupada por mantenerte con vida. [...] Comencé a funcionar cuando me encendiste, cuando me hablaste de ti y del mundo, mejor dicho, de lo que queda de él, inerte...
LUCÍA: ...te descubrí espejo de mis propias ausencias. Pareciera que no me queda nada excepto alimentarme, dialogar contigo, dormir, volver a alimentarme, y así por los siglos de los siglos.
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