julio 15, 2010

Carta de Lord Chandos

Este texto clásico de Hugo von Hofmannsthal sobre la crisis del lenguaje, clasificado dentro de la literatura bartleby, va más allá de una insuficiencia del discurso y toca puntos claves dentro del pensamiento contemporáneo, que a su vez remite a un pensamiento tan antiguo como las religiones orientales. En el centro del mundo angustioso, el lenguaje entra en crisis para poder descubrir otra realidad, otro lenguaje, otra crisis...

La edición de José J. de Olañeta incluye un breve pero sustancioso Acercamiento a la Carta de Lord Chandos de Friedrich Th. Widerberg, del cual dejo unos extractos:


Crisis del lenguaje

Una verdad parcial y fragmentaria puede presentarse a veces con rotunda y aplastante sensación de totalidad en un contexto de confusión, y sólo con el tiempo y la progresiva maduración de otros aspectos de la personalidad adquirirá sus justas dimensiones y ocupará su lugar relativo en la armonía del conocimiento. La evidencia del discurso se complementará entonce, en un paradójico equilibrio, con la capacidad del lenguaje no ya para encerrar y agotar una verdad, pero sí para indicar la dirección en que debe orientarse la mirada.


Desintegración del yo

El hundimiento del mundo de las palabras implica inevitablemente el desmoronamiento del yo, de esa construcción ficticia a través de la cual cada uno se representa, con un grado mayor o menos de autoconvicción, el personaje que parece haberle tocado en suerte en la vida social y que no es, en definitiva, más que una acumulación de palabras, de ideas más o menos precarias que una atención silenciosa, implacable en su renuncia a cualquier compromiso previo —pre-juicio, en el sentido literal del término—, disuelve de manera más o menos fulminante:«Ni siquiera sé si sigo siendo la misma persona».


Transmutación de la realidad

la mirada que se dirige al mundo deja de estar rutinariamente condicionada por los hábitos mentales y los prejuicios de lo «ya conocido», una perspectiva nueva se abre a la percepción: la realidad adquiere una nueva dimensión; como si a una imagen plana se le añadiera una visión estereoscópica, relaciones antes inobservadas se manifiestan a la mirada, otorgando a las cosas y a los seres un valor distinto.

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