Domingo por la mañana
Tampoco yo: no tengo adioses.
Me llevo su Alma y la mostraré a Dios y a los ángeles. Estará en el Universo. Las flores se mirarán en ella, maravilladas, y los pájaros se acercarán a beber. Será feliz.
Mi corazón sigue contemplándola hincando las rodillas. La amo. Escucho las campanas.
Infinitamente suyo.
R.M.
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