Hace algún tiempo encontré en una librería de viejo de la ciudad, El libro vacío de Josefina Vicens, el cual había estado buscando sin resultados. Curiosamente, ese día entré por un mero reflejo consumista. Estaba en uno de los estantes más bajos, oculto entre libros cuya cubierta de plástico había sido sustituída por una de polvo. Me acordaba de todo esto en la FIL de Guadalajara mientras descubría gustosamente una reedición de El libro vacío, en la que aparece también Los años falsos de la misma autora. He tomado este descubrimiento, igual de azaroso que el primero, como una señal para releerlo precisamente ahora que ando rondando por abismos y vacíos, ajenos y personales.
Este último asunto se nota sobre todo en mi lectura en turno: Exploradores del abismo de uno de mis escrutitores preferidos, Enrique Vila-Matas. Y como todos estos asuntos parecen estar encadenados por fuerzas realmente extrañas y sobrenaturales, debo decir que antes he leído Los hechizados de Gombrowicz, del que he salido no muy bien librado.
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