Una novedad para mí después de leer el libro de Vila-Matas: comienzo a creer que de alguna forma yo también padezco el síndrome de Estocolmo, algo, por cierto, imposible de explicar aquí en el blog, y mucho menos algo adquirido con la lectura. Pero nunca se sabe.
El último cuento -pero sospechosamente el libro teje una secreta línea de sombra- habla sobre la necesidad de ciertos artistas de estar solos. Casualmente, al terminar el libro de V-M encuentro en le magazine littéraire (monográfico de "la solitude") un artículo de Patrick Drevet titulado "La solitude de l'écrivain", o sea, la soledad del escritor. Allí se lee lo siguiente:
"No es necesario escribir para conocer la soledad, pero el movimiento que engrana a la escritura viene como una prolongación de la experiencia solitaria. Y la escritura, de cualquier forma, conduce a ésta ineluctablemente. Porque ella es evidente y simboliza una aspiración común, la soledad del escritor es a la vez una figura de nuestro imaginario."
[...] Aquí un montón de cosas interesantísimas.
"Escribir, es liberar la mirada de la soledad absoluta que se lleva sobre la soledad absoluta del otro. Es tratar de expresar la relación específica que se tiene con el mundo y cuya propiedad es ser extática, sin modelo, indecible. El objeto de semejante tarea no puede por sí mismo más que, sin cesar, reconducir a la soledad; pero la tarea misma refuerza este aislamiento por el uso desviado, como pervertido, que hace de la palabra. [...] La soledad a la cual [el escritor] está consagrado deshace las convenciones que en todo momento se instauran, ella lo llama hacia aquello que él no ha dicho, le muestra un ideal siempre otro. Él avanza en un desierto que no es jamás suficientemente desierto."*
*Traducción al vuelo de moi (que en francés sería algo en el sentido de "mía" o "de mí"; o bien, en español, el apócope de mi nombre.).
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