
Los paseos de Walser van siempre a ninguna parte, o bien, gracias a esa intención de no tener un destino, los paseos pueden derivar en cualquier parte, en cualquier cosa. El detalle más insignificante es lo que da sentido a sus paseos: los pies por un camino de nieve o el lápiz recorriendo el minúsculo espacio del papel. Habría que leer a Walser tal y como él escribía —los microgramas, por ejemplo—: sin un fin determinado, así el hallazgo será siempre mucho más profundo y, probablemente también, feliz.


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