Herisau, 25 de diciembre de 1956. Durante su habitual paseo, Robert Walser sufre un infarto y muere. Luego, su cuerpo es hallado tendido en la nieve. El autor de El paseo y los fabulosos Microgramas, fue un maestro de la fuga y del dejar de ser uno mismo, prueba de ello es la existencia de uno de sus mejores alumnos: Kafka.
Los paseos de Walser van siempre a ninguna parte, o bien, gracias a esa intención de no tener un destino, los paseos pueden derivar en cualquier parte, en cualquier cosa. El detalle más insignificante es lo que da sentido a sus paseos: los pies por un camino de nieve o el lápiz recorriendo el minúsculo espacio del papel. Habría que leer a Walser tal y como él escribía —los microgramas, por ejemplo—: sin un fin determinado, así el hallazgo será siempre mucho más profundo y, probablemente también, feliz.
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